Debí atarla a mi cama, clavarla como a una mariposa. Pero la repetición infinita de su cuerpo, que se desdoblaba en mi mente con en espejos enfrentados, terminó perdiéndonos. Incluso cuando se ama pueden fallar las ansias, se destiemplan las emociones y al final una cortina de gris cae.

¿Qué es importante? Que ambos usen el mismo champú, el mismo cepillo de dientes. Que a ambos les guste el color rojo, o los mismos grupos de rock. O está en los pequeños detalles: yo me acuesto a las dos am y ella a los once pm. ¿Qué es lo que cuenta? Que les guste la pizza, el jamón, y comer con mucho puré de tomate. Que las cervezas estén bien frías, o que coincidan en que Kundera era buen escritor. O son esas otras cosas, como que ella quiera hijos y tú no (soy el último de los míos; nadie hereda mi sangre; debieron asfixiarme cuando nací). Como que ella quiera volver a Matanzas y tú quieras irte del país.

Debí atarla a mi cama, encadenar su cuerpo. Forzarla a quedarse de puro gozo. Pero mi mente se me escapaba, y ella se quedaba tendida mientras yo la imaginaba una y otra vez. Nunca llegué a conocerla, pues no era a ella a quién buscaba entender. Sino a aquella otra que descansaba dentro de mí y que solía ocupar su lugar. A veces pienso que ni siquiera estuvimos juntos nunca.

¿Qué es importante? Que ambos se sientan cómodos con la pobreza. Que prefieran una buena borrachera a un desfile. ¿O está en las pequeñas cosas? Como que tú eres mayor y más sosegado y ella, en cambio, quiere salir todos los días. ¿Qué es lo que cuenta? Los orgasmos al mismo tiempo, que no nos guste la trova, que tengamos el mismo número de calzado. ¿O son esas otras? Que se imaginen juntos en el futuro, que quieran lo mismo. Yo había pensado en ti: tenía planes para nosotros. Tú obviamente no.

Debí atarla a mi cama, anclar sus pesadillas y sus miedos a aquella c(s)ima de placer y caos, en medio de nuestra guarida. Pero en cambio la deje deambular sola en sus sueños. Mientras caía paulatinamente lejos de mí.