Armando
Los que se Quedan.

texto: Kevin Beovides Casas
fotografía: Ana L. Tamburini
música: Pedro Peña

Va a extrañar esto, pensé.
Pero estaba equivocado.

Me grito en la cara: Métanse por el culo la ciudad, de perros sarnosos y gatos merodeadores. Esta ciudad en ruinas. Sí. Métanse por el culo esta ciudad enferma, moribunda. De calles taponadas por estiércol, como si fueran coágulos de colesterol en sus venas. Esta ciudad ajada, llena de cicatrices, como una vieja cascarrabias. Métanse por el culo la joyita arquitectónica de los cincuenta. Que se quedó paralizada en el tiempo, momificada sin vendajes, hasta que los huesos le salieron por la piel. Métanse por el culo esta ciudad de orientales, esta ciudad de paso. Esta puta ciudad que siempre depende de algún extranjero para comprarse íntimas. Métanse por el culo el congrí y el puerco asado. Y el Habana Club, y el Habano, y el Habana Libre, y el picadillo a la habanera. - De todas formas siempre compré ron de tres dólares, nunca me fumé un tabaco caro, nunca entré al hotel, ni pude cocinar picadillo con aceitunas. - Voy a adoptar nuevas costumbres. Voy a perder el acento. Voy a olvidarlo todo. Voy a transfigurarme. No seré el primero ni tampoco el último. Y cuando vuelva seré ¿quién sabe si francés, español, alemán?

Alberto se fue a Islas Canarias, Clay se fue al Norte, Jorge pidió la visa, Gustavo se fue a España, Tony murió... se fue al cielo


autor: Ana Laura Tamburini Peor la pasan los que se quedan.
Porque nos olvidan. Pensé.

- Voy a cortarme el pelo. Voy a oír Rap. Voy a lavar quirúrgicamente mis tatuajes. No seré el primero ni tampoco el último.- Gritaba mientras se alejaba en el gentío, con la mochila a sus espaldas, donde cabía y llevaba toda su vida (dos libros, un álbum original de Nirvana, tres mudas de ropas y el pelo que le regaló una amante) - Voy a trabajar. Voy a comprarme un carro. Voy a dejar de fumar marihuana. Voy a jugarle limpio a la ley. No seré el primero ni tampoco el último. - Sus palabras me llegaban como salidas de la nada, ya no podía verlo. Pero antes de perderse tras la última puerta, se volvió hacia mí buscándome con la vista, hizo una reverencia y eso fue todo. Desapareció nuevamente, y esta vez ¿quién sabe por cuánto tiempo?

Peor la pasan los que se quedan.
Porque nos olvidan. Pensé.

¿Quién puede recordar, a última hora, quién es el vecino sino sabe quién es él mismo? El primer correo es efusivo. El segundo confiado. El tercero se demora eternamente. Y nos quedamos colgados de la línea. Esperando. Atentos al más nimio susurro, como tratando de captar un mensaje del más allá. - Alain se sube al avión, supongo. Sigue gritando, lo sé. No seré el primero... -

Peor la pasan los que se quedan.
Porque nos olvidan. Pensé.

No me queda nadie de la infancia en Cuba. Todos levantaron vuelo, migraron como aves de estación, que van a tener pichones quién sabe dónde. Y yo me quedé como pegado al suelo, irremediablemente pedestre, como los árboles, que nacen y mueren en su pequeña parcela de fango. Poco a poco el barrio se ha ido despoblando. Sólo quedan los viejos. Pronto esto, será un pueblo fantasma. Y yo
su alcalde.

Peor la pasan los que se quedan.
Porque nos olvidan.


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