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La
irrupción del arte moderno en Cuba es, en lo que a artes
visuales se refiere, un momento de madurez y coherencia colectivas y,
al mismo tiempo, la eclosión de importantes individualidades,
que se han convertido no sólo en figuras claves del arte insular
sino también del arte continental. Dentro del mismo se
advierten, no obstante, dos momentos claramente diferenciados: La
generación de los iniciadores que rompen con la tradición
académica y terminan por instalar el modernismo en el arte
cubano (Surgimiento del arte moderno, 1927-1938); y una segunda
promoción, algo más joven, que consolida los logros ya
alcanzados a la vez que introduce nuevas e importantes inflexiones en
la línea de desarrollo abierta por sus predecesores, a los que
se han unido desde finales de los años treinta en un
empeño común (Consolidación del arte moderno,
1938-1951). Lo que une a ambas promociones, es la búsqueda de
una expresión nacional dentro de la modernidad artística
occidental. |
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